FUEGO DE CAMPAMENTO

José María Mezquita fuego campamento


             Era tradicional, un día a la semana tal vez el sábado, que se celebrase un fuego de campamento. Los que habitan bajo la lona en plena naturaleza en las últimas horas nocturnas se sientan en torno a una hoguera y suena una guitarra y se escucha una canción. Bueno, pues sin hoguera y casi tres mil aspirantes a oficial de complemento, que habían llegado compañía tras compañía y se habían acomodado como mejor podían en torno a un escenario formado por los que voluntariamente tenían el sano propósito de amenizar estos momentos. Pero esa noche junto a lo que era normal surgió una canción, cuyo estribillo se me quedó grabado... "Y nuestros hijos nacerán con el puño cerrado".

            Tomado su significado literalmente si la memoria no se ha trastocado, que las voces que anunciaban los cambios y que recorrían las Facultades de la Universidad de Madrid y otras del Estado Español, habían llegado hasta allí y se habían hecho oír.

            El año siguiente, mi compañía, la octava de infantería, éramos veteranos y lucíamos las dos V en nuestras gorras. Y de nuevo comenzó la conocida rutina... tal vez lo más estimulante era después del mediodía cuando iban regresando al campamento las compañías en formación cantando aquellas canciones como Bela Chao... o una que sonaba algo así como... Sum gali-gali-gali Sum gali-gali Sum.

            En la nuestra teníamos a un músico que se inventó la letra y le puso música.

            Hubo un cambio, en el fuego de campamento, se sustituyeron las actuaciones voluntarias y espontáneas de la tropa por proyecciones de películas cuarteleras, todas cortadas por el mismo patrón, el aburrimiento. Así que esa playita donde se habían asentado aires nuevos desapareció. Y con ella la libertad de expresión.

            La comida era francamente buena, se corría la voz de que había un capitán de cocina, que era muy bueno.

            Un día, precisamente yo estaba sentado en la parte exterior de las mesas con la gente de mi tienda, frente a las cocinas y vimos aparecer al capitán de cocina, espontáneamente comenzó a extenderse un aplauso a medida que este avanzaba y era visto por los demás, casi tres mil tíos o más aplaudiendo.

            Por la tarde, todas las tardes había ejercicios de gimnasia. Todo el campamento formado frente a un estrado desde el que un oficial ordenaba los diferentes ejercicios, pues excepcionalmente hubo un cambio ese día. ¿Imaginan quien sustituyó al oficial habitual? Pues sí, el capitán de cocina. Y la precisión y la energía se manifestaron en la realización de los ejercicios. También sabía mandar.


La última noche en Monte la Reina

            Sobre montones de ropa militar se encendieron hogueras y el humo comenzó a subir, parece que ocurría en la compañía vecina, era un espectáculo lamentable, no me gustaba nada, de la oscuridad surgió uno y se acercó a mí, y alargó su mano hacia mi hombro. De un manotazo se la aparté, y entendió lo que debía de hacer, y se alejó en silencio.

      26 de marzo 2022


José María Mezquita fuego campamento