Textos XVII





CAMPAMENTO DE MONTE LA REINA
          Lo pasé sin pena ni gloria, sin mucho entusiasmo porque era el ejército de Franco. Con Filosofía y Letras o una ingeniería se podía completar una tienda, pero con carreras minoritarias como Bellas Artes no. La tienda estaba formada por la suma de minorías, con las que no se habría podido individualmente completar una tienda. Teníamos entre nosotros al que al finalizar el campamento le entregarían el sable y sería el número uno de la compañía, con todo merecimiento.


INTERIOR DE LA TIENDA. A LA IZQUIERDA, SOBRE LAS COLCHONETAS, JOSÉ MARÍA MEZQUITA


LA 8ª COMPAÑÍA DE INFANTERÍA. JOSÉ MARÍA MEZQUITA EN PRIMER TÉRMINO A LA DERECHA

LA OCTAVA COMPAÑÍA DE INFANTERÍA Y EL TENIENTE NIÑO

          Yo creo que tuvimos suerte al tener al mando de la compañía a un oficial inteligente.
          A la sombra de las encinas sobre la hierba se impartían las clases teóricas: No debíamos tener temor por el resultado final del curso, para aprobar bastaba con dormir en la colchoneta. Solamente queremos que tengan un barniz militar. Nos dijo.
          Hablaba lo justo ni una palabra de más ni de menos. Un día avanzado el verano nos hizo una confidencia: En la Academia Militar se emocionó en la ceremonia cuando juró bandera.
          Era indudable que tenía vocación militar y le gustaba su profesión.






LAS CANCIONES
          
                              Cuando yo me incorporaba
                              cuando yo me incorporaba,
                              tú aspirante te reías,
                              porque he dejado a mi novia
                              porque he dejado a mi novia,
                              que era lo que más quería.
                              Hoy los tiempos han cambiado
                              hoy los tiempos han cambiado
                              y se han vuelto del revés Hep-Ho!!
                              Yo me marcho para siempre
                              yo me marcho para siempre
                              y tú tienes que volver.
                              Puto aspirante no llores más
                              mira al sargento
                              mira al sargento,
                              qué bien le va!

          Cuando en el campamento se cruzaban una compañía de veteranos en formación con una de novatos.



LAS ARMAS LAS CARGA EL DIABLO

          Estamos en el campo de maniobras. Algunos compañeros han sido seleccionados para hacer un ejercicio. Durante su desarrollo hay una incidencia, el fusil de uno de ellos se bloquea y rápidamente el compañero cambia su fusil por el mío. Finalizado el ejercicio regresamos al campamento y ya con mi propio fusil.
          Ha pasado la mañana, hemos almorzado y es la hora del descanso y nos acomodamos en la tienda, estoy sentado en la colchoneta apoyando la espalda en el murete bajo la lona, justamente donde se depositan todos los fusiles, y observo que uno está montado, lo cual no es lo normal, lo habitual, por lo que lo tomo y dirijo el cañón hacia un pilarillo de madera, y aprieto el gatillo. Suena una fuerte detonación y salimos de la tienda porque todo salen precipitadamente de las tiendas vecinas. ¡No ha pasado nada! y todos volvemos al interior bajo la lona y se hace de nuevo el silencio.

          El fusil que había participado inicialmente en el ejercicio no pasó revista, porque el que pasó revista fue el mío.

          A una distancia de 20 ó 40 cm. la bala de fogueo más lo que hubiese en el interior del cañón, si había algo, produjo un hueco en la madera del pilarillo de 1 cm. cúbico.
          En el campamento el armamento está sin munición, ésta se devuelve después de una guardia o ejercicio, sea munición de guerra o de fogueo.
marzo 2017


UN ENCARGO O UNA MISIÓN

          Faltaba poco para que finalizase el campamento, y precisamente ese día me tocaba a mí quedarme en la compañía de cuartelero.
          Mis compañeros de tienda me encargaron que recuperara dos mantas que faltaban. Había que devolver el equipo completo, lo que faltase lo pagaríamos de nuestro bolsillo.
          ¡Menuda papeleta! a esas alturas todo el campamento estaría alerta. Me eligieron a mí como podían haber elegido a otro, ni me plantee discutirlo, lo asumí y me dispuse a ponerlo en práctica. Y cuando las compañías abandonaron el campamento me acerqué a la vecina, y como esperaba había un cuartelero sentado estratégicamente en un sillón de camping, desde donde se controlaba las entradas a las tiendas. Estaba leyendo un tebeo. Por unas décimas de segundo pasaron por mi mente las opciones, alejarme más entrañaba otros riesgos y podía surgir lo que no estaba previsto. El centinela estaba absorto en el tebeo y no me vería ni me oiría, era mi oportunidad ¡ahora o nunca! Y me lancé.
          Cuando regresaron mis compañeros del campo de maniobras las mantas estaban sobre las colchonetas, nadie me dio las gracias ni yo esperaba que me las dieran. Hice lo que se esperaba de mí.

3 de marzo 2017


Acuarela/papel, 35 x 46 cm. 1968